Cambio y corto

sábado, 25 de septiembre de 2010

El juego limpio


Mucho se habla del juego limpio, del “Fair play”, pero pocas cosas se hacen a favor de él. Se puede entender que un jugador en cualquier deporte se sienta atraído por el ansia de victoria aunque ello conlleve saltarse las reglas, el apasionamiento del momento lo puede justificar, pero para contrarrestar ese impulso, llamémosle humano, están los factores externos al juego que colateralmente deben hacer que no se lleve a cabo el juego sucio. Por un lado debería estar el entrenador que durante los entrenamientos debe no perder de vista el objetivo de educar en el juego limpio. Luego están los árbitros que en su objetividad no deben permitir saltarse las reglas y parar drásticamente los conatos evidentes de malas prácticas. Y por último, y no menos importante, está la labor de los padres que en su faceta educadora deben no tolerar que sus hijos practiquen deporte marrullera y violentamente. Ninguno de estos tres factores debe deponer su acción cediéndola y responsabilizando a los otros dos. Si cualquiera de estos eslabones falla se rompe la cadena y estaremos solamente en querer juego limpio de cara a la galería. Poco ayudan las declaraciones de algunos entrenadores del llamado deporte rey que al estilo Bilardo incitan a sus jugadores a que machaquen bestialmente al contrario. No, así no, así no hay deporte.

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